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La historia del hebreo ¿cómo nació y se conservó? (Segunda Parte)


Traducción de la Torá del hebreo al arameo, en un libro de Irak en el siglo XI

La escritura aramea

Con los judíos en la diáspora, la historia fue muy diferente. Exiliaron a los hijos del reino de Israel a muchos países diferentes y por lo tanto hicieron que sea difícil para ellos mantener su identidad religiosa y cultural. Pero los hijos del reino de Yehudá, sin embargo, tuvieron suerte: los babilonios los deportaron en bloque a la ciudad de Babilonia y allí, en la gran ciudad, los judíos han logrado crear su propia comunidad cerrada y unida. El desarrollo de la vida comunitaria les permitió conservar sus tradiciones y cultura - incluyendo, por supuesto, el hebreo.

Pero eso no quiere decir que Babilonia no tuvo ningún efecto en el hebreo: todo lo contrario. Cuando los exiliados regresaron a Israel trajeron el idioma arameo, que era también un descendiente de la antigua escritura cuneiforme fenicia y funcionaba como la lengua oficial del imperio asirio y babilonio. Gracias a la fuerte influencia de los asirios, el arameo se convirtió en la lengua franca de Oriente Medio: una lengua internacional que los diferentes pueblos utilizaban para hablar unos con otros, rol que desempeña hoy el inglés moderno. Cientos de palabras en arameo entraron en el hebreo y lo colonizaron, por ejemplo: agrá "peaje", jerut "libertad", bediavad "en retrospectiva”, jeshek “deseo”, y frases tales como “Belet brerá” (no hay otra opción), “urba praj” (algo que no tiene ninguna relación con lo real), y casi todas las palabras que terminan con la letra alef א como cufsá (caja) mikrá (leyenda) guemará (enseñanza talmúdica), etc.

Bajo la influencia de la cultura babilónica - y en un intento de diferenciarse de los samaritanos que continuaron utilizando el hebreo antiguo – los judíos adoptaron la escritura aramea. Las letras arameas cuadradas son la base de la letra de la imprenta hebrea en la actualidad. El alfabeto original hebreo dejó de usarse, y volvió a la moda, sólo en períodos de creciente nacionalismo judío: por ejemplo, se lo encontró en el estilo antiguo en las monedas acuñadas durante la revuelta de Bar Kojba, y en la moneda actual de un shekel israelí.

Curiosamente, la forma original de las letras contemporáneas nun "נ", tzadi "צ" , pei "פ", caf "כ", eran las que hoy conocemos como las mismas letras pero con trazo más largo que hoy se usan sólo al final de la oración, así, las letras nun, tzadi, pei, caf finales (ך, ף, ץ,ן) se usaban también en medio de una oración, pero fueron eliminadas para facilitar la velocidad de la escritura a mano.

El hebreo medieval

Tratado de matemática en hebreo medieval

Después de la destrucción del Segundo Templo por los romanos y bajo la presión de la influencia del arameo, del griego y el latín, el hebreo desapareció como el lenguaje hablado cotidiano de los judíos. Desde el segundo siglo de la era cristiana a principios del siglo XX, la gran mayoría de los judíos hablaron los idiomas locales de las regiones en las que vivían, y mayormente lenguas como el ídish y el ladino: lenguas judías mixturadas con el alemán y el español que contienen una cantidad sustancial de palabras y frases tomadas del hebreo e incluso se escriben con letras hebreas - pero en última instancia, esto ya no era hebreo en sí.

Los judíos no abandonaron el hebreo, e incluso lo contrario. Casi todos los judíos aprendieron a leer y escribir en hebreo básico para que pudieran orar y leer los libros sagrados. El hebreo también fue utilizado como un lenguaje común entre los judíos en varios países, por ejemplo, si deseaban hacer negocios entre ellos. El lenguaje escrito, en particular, siguió prosperando en proporción: muchos estudiosos y poetas como Maimónides, Ibn Gabirol y Yehudá Halevi continuaron escribiendo canciones litúrgicas, leyes halájicas y libros de filosofía en hebreo.

Por ejemplo, el rabino francés Shlomo Yitzhaki (conocido como Rashi) inventó o dio un nuevo significado a más de mil palabras al hebreo, tales como “sheelá” (pregunta), "hatrasá” (provocación) y mahasar “prisión”. Algunas palabras hebreas entraron en el léxico universal, como “sábado”, “Amén”, “Aleluya”.

Pero, sin embargo, no se puede decir que el idioma hebreo era "vivo" en todos los sentidos de la palabra, porque no era utilizado como lengua cotidiana. Tan dormido y descuidado estaba el hebreo que incluso en la modernidad Teodoro Herzl, uno de los padres del sionismo, no creía que alguna vez el idioma volverá a la vida - incluso cuando su imaginación concibió la necesidad de un estado judío. "¿Quién de nosotros sabe hebreo suficientemente bien?" dijo Herzl en su libro, El Estado Judío "¿incluso para pedir con este idioma un billete de tren?". Nadie se imaginaba que el hebreo iba a hacer lo que ningún idioma hizo en el mundo: volver a la vida.

El primer paso en la sorpresiva recuperación fue el despertar del movimiento de la Ilustración hebrea entre los judíos de Europa a finales del siglo 18. Los miembros del movimiento – Moses Mendelssohn, David Friedlander, Israel Jacobson y otros – querían sacar a los judíos de los guetos físicos y culturales, pidieron por sus derechos ciudadanos y estimularon su mezcla con las culturas de los países en los que vivían. Con este fin, han abandonado el vestido tradicional religioso de los judíos, dejaron de estudiar Talmud y comenzaron a estudiar las ciencias generales. Las historias de la Biblia y los escritores de la Biblia fueron dando lugar a las ideas del movimiento de la Ilustración, a la poesía y canciones modernas, pero escritas en hebreo. La mayor parte de las historias fueron escritas en hebreo bíblico, que los escritores hebreos de la Ilustración consideraban como más puro y limpio de la influencia religiosa ortodoxa diaspórica. Como resultado de ello, el uso del hebreo para difundir el movimiento de la Ilustración tuvo un efecto positivo por el que se pudo realizar obras escritas en hebreo en el presente y no sólo comentarios de los milenarios libros sagrados. El cambio dramático en la situación de la lengua realmente tuvo lugar a finales del siglo 19, con el ascenso del movimiento sionista y el comienzo del asentamiento en la Tierra de Israel.

Idioma, nacionalidad y unidad - Eliezer Ben Yehuda

Eliezer Itzhak Perlman nació en 1858 en Vilna, entonces parte del imperio ruso. Nació en el seno de una familia ortodoxa, pero el joven fue expuesto a los libros escritos por miembros de la Ilustración, y en particular, mostró una fuerte atracción por el idioma hebreo en el que fueron escritos. Su familia trató de luchar contra esta tendencia y regresar el hebreo al campo cultural religioso ortodoxo, pero a medida que crecía, Perlman decidió abandonar el sistema educativo religioso y unirse al movimiento sionista.

En 1879 Eliezer Perlman publicó un artículo en el periódico hebreo “Hashajar” (Amanecer), que afirmó que el camino hacia la reactivación del pueblo judío en su tierra tiene que pasar a través de la recuperación de la lengua hebrea. Herzl creía que el estado judío podría replicar el modelo suizo, en el que todos los ciudadanos hablan en su idioma nativo pero Perlman argumentó que sería imposible crear esta nación sin un mismo lenguaje común. El artículo fue firmado con el seudónimo de Eliezer Ben Yehuda.

En 1881 Eliezer Ben Yehuda emigró a Israel. Casi inmediatamente empezó a trabajar sin descanso para promover la lengua hebrea y su difusión entre los judíos. Él publicó periódicos en idioma hebreo y animó a los judíos a que hablen hebreo en el hogar como primera lengua, de modo que los niños que crezcan en estos hogares hablen hebreo como su lengua materna. La reactivación del idioma hebreo, escribió Ben-Yehuda, era necesaria para lograr la unidad entre el pueblo judío.

E

liezer Ben-Yehuda se dio cuenta de que predicaba en la soledad y sólo en su casa hablaban hebreo. No fue fácil: Ben Yehuda se quejó en una ocasión que incluso no podía pedir el té a su esposa para prepararlo, porque no había palabras en hebreo para describir el acto de preparar el té. Ben-Yehuda escribió el Diccionario hebreo más completo e inventó muchos cientos de palabras nuevas, incluyendo las designadas para “helado” (glida), “tortilla” (javitá) y “mermelada” (ribá).

Pero a pesar de la amplia aceptación de que Eliezer Ben Yehuda fue el padre del resurgimiento de la lengua hebrea y el que la despertó de su letargo - la realidad era muy diferente. La mayoría de la gente que rodeaba a Ben Yehuda se oponía a sus esfuerzos y se negaban a unirse a su iniciativa. Los miembros de la comunidad ortodoxa en Jerusalén, ciudad de residencia de Ben Yehuda, vieron la resurrección del hebreo en el habla cotidiana como una profanación de la lengua sagrada: Ben Yehuda sufrió varios boicots y ostracismo en sus últimos años. Incluso entre los colonos judíos fuera de Jerusalén, Ben-Yehuda no tuvo un gran éxito: una gran parte de los primeros pioneros que llegaron en la primera gran inmigración eran adultos, agricultores y que preferían hablar los idiomas que conocían desde su lengua materna.

Los que sí acogieron la visión de Ben Yehuda eran los hombres y mujeres pioneros más jóvenes. Ellos fueron impulsados ​​por ideales que en la mayoría de los casos implicaban un rechazo total de la cultura judía diaspórica en Europa y un fuerte deseo de reemplazarla con su empresa nacional pionera. Como parte de este rechazo, se opusieron al ídish que representaba al mundo religioso y a los “shtetl” (aldeas judías pobres en las que vivían las mayorías en Europa del Este) y adoptaron el hebreo como la alternativa sionista apropiada. Contribuyó al hecho de que estos jóvenes a menudo vivían en pequeñas comunidades en toda la tierra de Israel, que estaban alejadas de las influencias de la “civilización”. Allí, los nuevos asentamientos judíos - y la Jerusalén de Eliezer Ben Yehuda – cultivaron el hebreo y generaron profesores que lo enseñaban en la escuela, y los padres lo hablaban con sus hijos en el hogar. Para aquellos jóvenes, Eliezer Ben Yehuda era un símbolo de la lucha por el renacimiento del hebreo, y ellos son los que lograron el milagro de su obra.

Las nuevas palabras hebreas

El nuevo viento que sopla las velas del hebreo lleva a nuevos problemas. ¿De dónde sacarán los pioneros nuevas palabras para describir un mundo tan moderno y tan lejos del hebreo de los días de Israel y de Yehudá, que ni siquiera se podía imaginar?

Las nuevas fuentes de inspiración hebreas fueron muchas y variadas. Eliezer Ben Yehuda y muchos de sus partidarios tenían mucho respeto por la cultura oriental en general y en particular el idioma árabe. Palabras árabes fueron utilizadas como fuente de inspiración para las palabras tales como "sastre" (jaiat), "cosquillas" (digdug) y "es oficial" (rishmí). Más palabras árabes entraron al hebreo como parte del proceso natural de integración en la cultura local: “amigote” (sajbak), podrido (maafán).

Otra técnica consistía en cambiar el significado de las palabras bíblicas y adaptarlas a la realidad actual. Las palabras tales como "sacrificar” (lehakriv) y “ungir” (lecahén) han perdido su significado religioso original: hoy en día, no hace falta ser de una familia de sacerdotes para ser funcionario político, y la mayoría de los políticos no parece sacrificarse demasiado...

Las palabras latinas se estilizaron rápidamente al hebreo: así, entraron “entziklopedia”, “psicologuia”, “ideologuia”, por ejemplo. En otros casos, expresiones extranjeras fueron traducidas al hebreo casi literalmente, como vía ferroviaria (mesilat barzel, línea de hierro). A Eliezer Ben Yehuda le encantaba especialmente reunir dos palabras en una: “vidas diminutas” (jaidakim) para bacterias, “nariz-cuerno” (karnaf) para rinoceronte y así sucesivamente.

Rubik Rosenthal, un lingüista israelí contemporáneo, nos cuenta en uno de sus artículos un ejemplo divertido de las dificultades prácticas que trae la invención de palabras. El tomate fue traído a Europa desde el Nuevo Mundo sólo en el siglo 16, y durante mucho tiempo los europeos consideraron que tiene características positivas… en los asuntos relacionados con la sexualidad. Como resultado, el tomate –que era nombrado por los mexicanos como “tomato”, recibió nombres como pomme d'amour en francés, love apple en inglés y liebesapfel alemán, todos los cuales significan es más o menos la "manzana de amor”.

El reconocido traductor Yehiel Pines tuvo que traducir la palabra “tomate” de un libro de agricultura en alemán. Cuando se topó con la palabra, apeló a la palabra hebrea “agav”, que es “coquetear”, y utilizó el sufijo “iá”, comúnmente añadido para renovar palabras. Entonces “agvaniá” llegó a nombra el tomate. Otros lingüistas, incluido Eliezer Ben Yehuda, estaban horrorizados porque Pines inventó una palabra “sucia”, y la rechazaron. Durante décadas, la palabra no aparecía en ningún diccionario. Con el tiempo, se perdió el significado erótico de la palabra y los hebreo parlantes la integraron en la ensalada multilingüística de la que el idioma se nutre.

Fuente: Web de Ran Levi

Making History With Ran Levi

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