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Primer análisis genético revela demografía de los conversos en Sudamérica

Cuadro de Francisco de Goya que describe una escena de la Inquisición

Los judíos españoles, o sefardíes, que han vivido un milenio en la península ibérica hasta su expulsión por parte de los reyes católicos en 1492, se han exiliado a tierras más tolerantes para poder seguir manteniendo su identidad. Los que se han quedado en España debieron convertirse, y los que decidían emprender viaje a América, debieron no sólo ocultar su descendencia judía, sino también su estatus de conversos, o “cristianos nuevos” según la lista burocrática de la Inquisición que dividía a la población según niveles de “pureza sanguínea”.

Ocultar su origen converso era clave si estos descendientes de sefardíes pretendían acceder a puestos importantes en la sociedad, en las profesiones, en la Iglesia o en el Ejército. Pero el olvido del origen judío no ocurrió tan rápido. La nostalgia por las prácticas judías y por el mensaje libertario del judaísmo (que contrastaba contra el oscurantismo católico de la época), llevó a muchos descendientes de conversos a practicar el judaísmo en secreto, o incluso a conformar una cultura “cripto-judía”, en la cual sus miembros siguieron realizando prácticas judías aún sin saberlo, como encender velas los viernes, descansar el sábado, no comer cerdo, lavarse las manos antes de comer, inclinación al pensamiento racional o teísta, etc.

La Inquisición debió continuar su cruel trabajo de torturas y de quema de personas (autos de fe), para erradicar completamente cualquier atisbo de rebelión, sea de judíos, indígenas, mujeres, libre pensadores. Famosos casos de practicantes del judaísmo, que han sido quemados por la Inquisición han sido rescatados por la historia y la literatura. El médico tucumano Francisco Maldonado da Silva, la familia Carvajal de México, son algunas figuras históricas conocidas por el dramatismo de sus vidas perseguidas por la Inquisición.

Se sabe a través de varios estudios de la presencia y penetración de los conversos en la sociedad latinoamericana -como los realizados por Mario Sabán-, y algunos descendientes, católicos practicantes, han reconocido retrospectivamente algunas prácticas judías en su familia. Un caso reciente de una persona que descubrió sus orígenes es la escritora norteamericana Doreen Carvajal, que escribió el libro “Los hijos de la Inquisición”, en donde cuenta su viaje hacia sus raíces judeoconversas.

Pero el camino de la investigación sobre el pasado converso en Sudamérica adquirió otro hito con el análisis genético: la revista Nature publicó un trabajo que revela que el aporte demográfico de los conversos es mucho mayor de lo que se pensaba, e incluso es mayor que en España y Portugal.

Uno de los autores, Juan Camilo Chacón-Duque, genetista del Museo Natural de Londres, manifestó a la revista The Atlantic su asombro por los resultados de la investigación, que también revela el aporte demográfico de la población sub-sahariana, indígena nativa, y europea al mosaico cultural latinoamericano. Él mismo también encontró que es descendiete de sefardíes.

Chacón-Duque y sus colegas juntaron el registro genético mediante el muestreo de ADN de 6500 personas en Brasil, Chile, Colombia, México y Perú, que compararon con el de 2300 personas en todo el mundo. Casi una cuarta parte de los latinoamericanos compartieron el 5 por ciento o más de su ascendencia con personas que viven en el norte de África y el Mediterráneo oriental, incluidos los judíos sefardíes. El ADN solo no puede probar que los conversos fueron la fuente de esta ascendencia, pero encaja con el registro histórico.

La investigación encontró que la ascendencia sefardí es detectable en las muestras de cada país: Brasil (1%), Chile (4%), Colombia (3%), México (3%) y Perú (2%).

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