La expansión del imperio persa
A lo largo de la historia, Irán ha mostrado su vocación imperialista. En tiempos recientes, tras la consolidación de la revolución islámica, la teocracia iraní ha ido exportando su ideología, métodos y el control sobre otros países.
Hace un par de semanas se concretó la colonización del Líbano a través de Hezbollah, que exhibió gran poder con la designación de Michel Aoun como presidente de ese país. Aoun, pese a ser cristiano maronita, estableció una alianza con el movimiento terrorista chiita y la sumisión del líder sunita, Saad Hariri, quien, en recompensa, retorna al gobierno como primer ministro. Así, debido a la intrusión del líder de Hezbollah, Hassan Nasrallah, finalizaron unos dos años de parálisis del sistema; y, con el pacto entre Aoun, Hariri y Nasrallah, los iraníes someten al Líbano y liquidan su soberanía.
Distintos funcionarios iraníes se han jactado de que Aoun jugará un rol esencial en el combate contra el “ente” sionista. El propio Aoun, en su primer discurso, acusó a Israel de “ocupante” y afirmó que en su gobierno fortalecerá la “resistencia”, eufemismo para referirse a la actividad terrorista.
Por otra parte, desde hace años, Hezbollah y la Guardia Republicana de Irán participan en la guerra fratricida que desangra a Siria, en apoyo del régimen de Bashar Al Assad, al punto de haber evitado su caída. Y, con la excusa de luchar contra Isis, Irán interviene en Irak, cuyo presidente, Nuri al-Maliki, es chiita. Pero, sectores iraquíes, entre ellos, los kurdos, denuncian que los iraníes son igual de crueles que los yihadistas sunitas.
Además, desde hace años, Hamás, el grupo terrorista que sojuzga a la población de Gaza, tiene estrechos lazos con Irán. Si bien es cierto que hubo un alejamiento debido a la guerra siria, líderes de Hamas confirmaron que se produjo una restauración de sus relaciones con la reanudación del respaldo militar iraní.
Israel está prácticamente rodeado de fuerzas pro iraníes cada vez más cerca de sus fronteras. Resulta primordial tener presente las numerosas manifestaciones intimidatorias del régimen de los ayatolas, que califican al Estado judío de “cáncer” que debe ser extirpado. La ONU, en vez de estar aprobando resoluciones sin sentido contra Israel, debe atender las amenazas de un país miembro contra otro.
