¡ LA GUERRA POR EL AGUA ES ALGO IMPROBABLE !
“El agua será el móvil de las guerras del siglo XXI”. Esta sombría predicción es refutada por el geógrafo estadounidense Aaron Wolf*, quien analiza los incidentes sobre el agua que han jalonado la historia.Cuando habla del agua, la prensa siempre evoca el espectro de conflictos pasados y futuros causados por ella. Usted ha analizado todos los acuerdos e incidentes internacionales relativos al agua.
¿De cuándo data el último conflicto entre dos Estados provocado por el agua?
El único caso conocido de una verdadera guerra por ese motivo se remonta a 4.500 años. Opuso a dos ciudades de Mesopotamia a propósito del Tigris y el Éufrates, en el sur del actual Irak. Desde entonces el agua ha envenenado las relaciones internacionales, pero también se observa a menudo que Estados hostiles —como la India y Pakistán o israelíes y palestinos— resuelven los conflictos suscitados por el agua a la vez que siguen luchando encarnizadamente en otros terrenos.También he examinado todos los incidentes que han opuesto a dos Estados en el último medio siglo acerca de las 261 cuencas fluviales existentes en el mundo.
De un total de 1.800 casos, dos tercios tenían que ver con la cooperación, como la realización de investigaciones científicas conjuntas o la firma de más de 150 tratados relativos al agua. En cuanto a los aspectos negativos, 80% consistieron en amenazas verbales y posturas adoptadas por jefes de Estado, dirigidas probablemente a su propio electorado.
En 1979, Anuar el Sadat declaraba, refiriéndose al Nilo, que “el agua era el único aspecto que podría lleva
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r a Egipto a entrar de nuevo en guerra”. Al parecer, el rey Hussein de Jordania dijo lo mismo en 1990, refiriéndose al Jordán. Sin embargo, en los últimos 50 años sólo se ha combatido por el agua en 37 casos, de los cuales 27 han opuesto a Israel y Siria a propósito del Jordán y del Yarmuk.
Pero hay quien defiende que las tensiones que provoca la creciente escasez de agua impiden estudiar el pasado para predecir el futuro.Los casos más graves parecen ser el del Tigris y el Éufrates y el del Jordán.
Los países limítrofes que padecen sequía tienen medios para desviar el agua de sus vecinos, lo que entraña unaterrible enemistad entre ellos. Sin embargo, todos han logrado concertar acuerdos.Los Estados han ido a la guerra por el petróleo, ¿por qué no por el agua?Estratégicamente, las guerras por el agua no tienen sentido.
Luchando con el vecino no se incrementan las reservas de agua, a menos que uno pueda apoderarse de la cuenca hidrográfica del otro y despoblarla sin correr el riesgo de terribles represalias.Pero el agua ha sido utilizada como arma y objetivo de guerra.
Se trata de otro problema, que existe desde siempre. Durante la guerra del Golfo, Irak destruyó casi todas las plantas de desalinización de Kuwait y la coalición aliada dirigió sus ataques contra el sistema sanitario y de abastecimiento de agua de Bagdad. Antes de la intervención de la OTAN en Kosovo, en 1999, los ingenieros serbios cerraron el sistema de distribución de agua de Pristina.Sin embargo, hay que distinguir entre el agua como fuente de conflicto, como recurso y como arma de guerra.
¿De dónde viene entonces el rumor de una guerra del agua?
En parte del periodo posterior a la guerra fría, cuando los ejércitos occidentales empezaron a preguntarse: ¿ahora qué hacemos? La preocupación por la “seguridad medioambiental” nació en aquella época. Hacia 1992, numerosos politólogos empezaron a sostener que la escasez de recursos iba a conducir a una guerra.
Y, claro, cuando se es consciente de la importancia de los ecosistemas, es tentador considerar al agua como una fuente de conflicto.Usted afirma en cambio que el agua, por su naturaleza misma, incita a los Estados a cooperar.
¿Qué ejemplos podría citar?
Los acuerdos de Oslo entre israelíes y palestinos nacieron de conversaciones privadas que mantuvieron en Zurich responsables del agua de la región, en 1990. Fueron ellos quienes pusieron en contacto a sus respectivos responsables políticos e inspiraron el proceso que condujo a los acuerdos.
Ese tipo de encadenamientos es frecuente, pues el agua conduce necesariamente a tratar otros aspectos. Varios Estados ribereños del Nilo empezaron por celebrar conversaciones sobre el agua y ahora están elaborando un acuerdo que abarca, entre otros temas, la red de carreteras y la infraestructura eléctrica .
Usted sostiene que el peligro mayor no es la escasez de agua, sino el intento de un país de dominar una vía fluvial internacional. A menudo surgen conflictos relacionados con proyectos de construcción de presas. Pero por lo general dichos proyectos requieren la participación de organismos como el Banco Mundial.
¿No podrían esas organizaciones tomar mayores medidas para impedir que surjan problemas?
Lo que usted sugiere ya se ha hecho. Pero como la mayor parte de la inversión procede del sector privado, los criterios de los bancos de desarrollo ya no se tienen en cuenta. Turquía, por ejemplo, ha reasignado fondos privados y públicos a la financiación de un proyecto muy controvertido, bautizado GAP, que contempla la construcción de 22 presas y 19 centrales eléctricas sobre el Tigris, el Éufrates y sus afluentes. Lo mismo sucede en la India con la presa de Narmada, y en China, con el proyecto de las Tres Gargantas.La cuenca del Tigris y el Éufrates suele ser considerada un polvorín.
¿Qué podría impedir que Turquía, tal vez el Estado más poderoso de la región, favorezca sus propios intereses en perjuicio de Irak y de Siria?
Muchos comparten ese temor, pero es muy significativo que cuando en 1991 los países occidentales pidieron a Turquía que interrumpiera el curso del Éufrates hacia Irak, el gobierno turco respondió: “Pueden ustedes utilizar nuestro espacio aéreo y nuestras bases para bombardear Irak, pero no vamos a privar a ese país de agua.
”Desde los años setenta, entre Turquía, Siria e Irak existe un acuerdo tácito, que la primera, aunque construya las presas, sigue respetando. Más allá de la polémica, Siria e Irak reconocen la utilidad de las presas, que regulan el caudal del río y prolongan la temporada agrícola. Por su parte, Turquía quiere ser mirada como un vecino leal en primer lugar porque es miembro de la Otan, pero también por consideraciones internas y porque intenta ingresar en la Unión Europea.
Lo difícil es convertir un acuerdo tácito en explícito.Los expertos sostienen que una cuenca fluvial debe ser administrada conjuntamente, pero la negociación de tratados multilaterales sobre el agua es un auténtico rompecabezas.
¿Cuáles le parecen más eficaces, los acuerdos multilaterales o los bilaterales?
Cuanto mayor es el número de participantes, más difícil resulta entenderse, sobre todo si está en juego la soberanía de un país. Veamos el caso del Jordán: existe un acuerdo entre Siria y Jordania, otro entre Jordania e Israel, y uno más entre Israel y los palestinos –o sea, una serie de acuerdos bilaterales para una cuenca multilateral bastante bien administrada, aunque los palestinos terminen por reivindicar y probablemente por obtener derechos de agua más amplios.
Algunos economistas son partidarios de crear un mercado internacional del agua para evitar conflictos. Pero en ese caso, cabe citar el enfrentamiento que opone Estados Unidos a Canadá, que exige a esta última que venda sus recursos de agua en el marco del Tratado de Libre Comercio, lo que Canadá rechaza.
¿Tratar el agua como un recurso económico puede resolver algo?
Los economistas pueden destacar y cuantificar los beneficios que ofrece el agua, como la energía hidroeléctrica. Por ejemplo, Estados Unidos y Canadá suscribieron un acuerdo en virtud del cual el primero dispone de presas de control de las crecidas en territorio canadiense.
A cambio, Canadá recibe un pago por el servicio que brinda. Suele ser más fácil y más justo repartir esos beneficios que el agua misma.Los economistas nos recuerdan también la necesidad de recuperar los costos de distribución, de tratamiento, de almacenamiento del agua, etc.
A menudo tenemos que pensar en términos de mercado —comprar y vender agua como un producto— aunque en la práctica nunca se haya actuado así a nivel internacional. Por mi parte, dado el apego emocional, estético y religioso que siento por el agua, me resisto a considerarla una simple mercancía.
* Director del proyecto de base de datos Transboundary Freshwater Dispute (Conflictos transfronterizos sobre el agua,http://www.terra.geo.orst.edu) y profesor de la Universidad de Oregón, Estados Unidos.